Al día siguiente, cuando los primeros rayos de sol alumbraban la gran ciudad, Ariadna llegó al hospital donde Laura pasó la noche debido a su desmayo.
La señora Grimaldi caminó por los elegantes pasillos hasta llegar al consultorio de su mejor amiga y casi hermana Ana Cristina. Necesitaba saber los resultados de los exámenes que le realizaron a su niña, porque para ella todos los chiquillos y jóvenes del orfanato eran como sus hijos.
La doctora estaba sin pacientes, entonces la asistente hizo pasar a la señora Grimaldi.
—Hola Ana Cristina... Eres una amiga muy ingrata —regañó Ary acusándola con el dedo.
—Buenos días.
Ana se levantó de la silla, saludó a Ary con un fuerte abrazo.
—Ariadna discúlpame por no ha