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Astrid se encontraba agobiada, puesto que habían transcurrido cuatro días, y Cara todavía estaba bajo coma inducido. Aunque el doctor Méndez le había dicho que estaba respondiendo de manera favorable al tratamiento, y que solo era cuestión de paciencia. Algo de lo que ella carecía, la hacía sentirse impotente.
La puerta se abrió en ese momento con mucho cuidado, Bastiaan entró y se acercó a ellas. Le dio un beso sobre la cabeza a su prima, y no entendió el porqué con el torso de los dedos acarició la mejilla fría de Cara. Más que un impulso, fue una necesidad tocarla.
—¿Pudiste averiguar algo de ese infeliz? —la voz de Astrid era fría.
—Hasta ahora nada —Bastiaan apretó los dientes.
—¿No se supone que eres lo suficientemente rico como para tener a mucha gente tras la pista de ese mal nacido? —ella le reprochó.
—Lo mismo me pregunto a menos que lo estén ocultando.
Bastiaan dijo aquello más para sí mismo, que para su prima.
—¿Por qué dices eso? —se giró para mirarlo estrech