- ¿Sr. Clifford?
- ¡Abre para mí! - Te lo ordené.
Pensé que Ingrid dudaría, pero no lo hizo. Inmediatamente abrió la puerta principal, dándome acceso al edificio.
Vivía en el quinto piso. El ascensor era un cubículo y aún tuve que subir con una anciana y un perro. En cuanto se abrió la puerta del ascensor, encontré a mi antigua secretaria esperándome en el pasillo.
Inmediatamente miré su barriga, que estaba bien crecida.
- ¿Por qué pensaste que me haría cargo de tu hijo?
Ella no contestó. Se limitó a bajar la cabeza, con cara de arrepentimiento. ¡O no!
- Creía que eras más inteligente.
- Lo siento... - Levantó sus ojos oscuros hacia mí y me di cuenta de que llevaba un pintalabios brillante, que seguramente se había puesto mientras yo estaba arriba para impresionarme. Podía oler su dulce perfume y no recordaba que ese aroma me irritara tanto.
- De todos modos, realmente no me importa por qué lo hizo...
- Era amor.
Me reí:
- Me conocía lo suficiente como para saber que nunca la amaría.