20

Fue abrir la puerta de su apartamento, y Marissa se vio contra la pared. Sabía que David había estado ansioso, aunque había intentado disimularlo, pero no se había imaginado que tanto.

Sintió sus manos inquietas subir por debajo de su pequeño vestido y le bajó las bragas. Ella lanzó un suave gemido de expectativa; esto le gustaba, le gustaba la sorpresa, que David hasta el momento le hubiese mostrado las diferentes posiciones que se sabía para tener sexo. Y buen sexo.

Se apoyó con los brazos en la pared elevando un poco su trasero para que él tuviera acceso y se vio plenamente recompensada. David entró en ella desde atrás tan suavemente como si toda ella estuviese embadurnada de mantequilla.

No era mantequilla, era su cuerpo dispuesto desde los jugueteos en el auto, y luego el ascensor.

—Dios, mujer. Qué buena estás –susurró é

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