Recuerdo de Gala
-Tanquila- me dice. -Es solo una vela con cera de masaje».
Sus manos empiezan a resbalar por mi cuerpo y recorren hábilmente mi espalda, mi cuello, mis costados… me hace cosquillas.
Cuando llega a mi culo se detiene un buen rato. Me toca la entrepierna por debajo, me acaricia los muslos por el interior.
«Ahora tranquila», dice, «te voy a atar ¿vale? Tengo un arnés en la cama».
«¿Pero cómo un arnés?», pregunto yo nerviosa…
«Shhhhhhh, confía en mí. No te va a pasar nada. Déjate llevar. Disfruta. Te va a gustar».
Me muero de miedo. Sigo con los ojos vendados y el corazón latiéndome como un caballo desbocado.
Me coge las muñecas y me las sujeta a los dos extremos de la cama con una especie de muñequera y unos ganchos. Hace lo mismo con mis tobillos. Me quedo