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No sabría decir con exactitud cuándo perdí el apetito sexual. Un buen día las pulsiones decidieron que era hora de tomarse unas vacaciones y, sin consulta previa ni vacilación alguna, se esfumaron…

Durante meses había acudido a sesiones programadas con mi terapeuta sexual sin obtener los resultados deseados según Wesley mejore bastante. Aún qué  seguía siendo una adicta al sexo. Una ninfómana que pretendía mantener una relación de pareja monógama con su inocente novio Wesley, el cual ignoraba todos sus lascivos escarceos; todos los salvajes encuentros sexuales que me habían sentado frente a una psicóloga.

Un día mi terapeuta se cansó y me dijo: ¡Nada de sexo! Y sus palabras fueron misa para mis oídos. Nada de sexo; la frase se movía constante y ondulante en mi cabeza... Transcurrieron semanas en las que el deseo s

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