Carmen
—¿Paola? ¡Paola! —grité yo, contenta, y cuando la abracé, aún no podía creer que ella estuviera realmente ahí conmigo.
—¡Carmen! ¡Por la diosa, estás aquí! —dijo ella llorando.
—¿Pero cómo? ¡Te creí perdida y pensé que no nos íbamos a volver a ver! —dije en una mezcla de asombro y felicidad.