Capitulo XVIII

La noche es terrible, luego de que me separan de Ignacio, quien recibió unos cuantos golpes tras intentar resistirse, me dejan en una apestosa habitación. Intento recrear el camino hasta aquí en mi cabeza, pero solo puedo rememorar salir de la casa, ingresar a una especie de establo, bajar unas escaleras y luego zigzaguear hasta este lugar.

El maldito lugar es enorme, no hay forma de escapar sin ser vistos y capturados. Cámaras por todos lados, cada pocos metros, un guardia armado apostado frente a alguna puerta de acero. Justo como la que me guarda aquí.

Trato de acomodarme mejor en la silla de metal en la que me ataron cada una de mis muñecas a los posabrazos. Me duele el trasero y tengo las extremidades entumecidas por la quietud.

El estómago me ruge, la garganta me arde por la sed. Tenía la estúpida y romántica idea, de que, si alguna vez tenía que estar en esta situación, lo

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