Capitulo XLVII

Luego de la inútil incursión a Puerto Diamante, volvemos a la ciudad y tras un breve paso por el hospital, donde Falcón recibe algunos puntos, volvemos a casa.

—Estaba allí —digo con frustración—Si hubiéramos hecho lo que propuse, quizás ahora Lourdes estaría aquí con nosotros.

—Tienes razón, fue una decisión estúpida. No se puede confiar en nadie ¡Maldita sea! —acuerda golpeando la mesa.

—Al menos sabemos que está viva. —interviene Elvira sujetando mi mano.

—Sí, viva y en medio del infierno. Yo estuve en su lugar, solo deseaba morir… —sollozo.

—La encontraremos Val, estamos cerca —anuncia Falcón esperanzado.

—Escuche eso muchas veces, me iré a la cama. —advierto poniéndome de pie.

Ignacio me toma por la muñeca y me mira

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