—Tengo la Raíz Celestial —se burló Álex fríamente, sus ojos brillando como fragmentos de hielo mientras sostenía a Josefina protectoramente.
—¡Si se atreven a arriesgar sus vidas patéticas por ella, entonces vengan y reclámenla!
Los ojos de Yorick se entornaron venenosamente. Podía convocar a sus soldados para disparar a Álex al olvido—pero la Raíz Celestial era demasiado preciosa.
Una sola bala perdida podría destrozarla.
—Te daré una oportunidad —gruñó Yorick, apenas controlando su rabia.
—Entrega la Raíz Celestial. O resolvemos esto por las malas.
—¿Por las malas? —se rió Álex burlonamente, confianza irradiando de cada palabra.
—Mi sola pierna sería suficiente para aplastarte. Adelántate—si te atreves.
Con Josefina fuertemente abrazada a él, sabía que podía protegerla de cualquier ataque. Soltarla no era una opción.
—¡Excelente! —ladró Yorick, su voz goteando sarcasmo y furia.
—¡Si no valoras tu existencia patética, no me culpes por tu destino miserable! ¡Soldados! ¡Olviden las arma