En ese momento preciso, la grandeza del evento de Duarte estalló en plena floración.
Las puertas dobles masivas se abrieron de par en par, y una ola de invitados se abalanzó adentro, las voces elevándose con emoción mientras se apresuraban a reclamar sus asientos.
La atmósfera chispeaba con expectación eléctrica.
Enrique Duarte escaneó la multitud que crecía rápidamente, una sonrisa presumida y triunfante extendiéndose a través de su rostro.
Finalmente habían superado astutamente a Kingston, ganándoles de mano.
Incluso el intento desesperado de último minuto de Kingston de organizar su conferencia al otro lado estaba condenado desde el principio.
Sin invitados, era poco más que una broma patética.
Enrique se rió sombríamente, su corazón hinchándose con satisfacción arrogante.
El señor de Chicago había ganado decisivamente esta ronda.
Todo se estaba desarrollando sin fallas.
Para el final del día, la Esencia RocíoPiel dominaría titulares y conversaciones, extendiéndose como pólvora.
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