La habitación cayó en un silencio atónito después de presenciar la milagrosa reanimación de Elizabeth.
Álex metió la mano en el bolsillo de su abrigo y sacó una pequeña píldora sin nada notable, luego la colocó suavemente entre los labios de Elizabeth.
Con cuidado experimentado, la ayudó a tragar.
Charles parecía un hombre que acababa de ver su mundo entero desmoronarse. Había orquestado cada detalle posible para acelerar la muerte de su abuela y reclamar la herencia que su padre le había negado durante tanto tiempo. Sin embargo, ahí estaba Álex, deshaciendo todos sus planes en un instante.
En un arrebato de desesperación, Charles dirigió una mirada furiosa al Dr. Yorick.
Asustado, el médico se dio cuenta de que si no actuaba, su vida estaría perdida. Lentamente, se obligó a incorporarse, y con los ojos encendidos de rabia. Agarró un bisturí de la bandeja más cercana y se lanzó contra Álex.
—¡Muere, demonio! —chilló Yorick, con su rostro contorsionado de ira—. ¡Has hecho un pacto con e