- ¿Qué es lo que quiere de mí, señor?
Preguntó Valeria, temblando de miedo cuando aquel hombre le quitó la venda que tenía amarrada en su cabeza y que no le permitía ver ya que cruzaba por sus ojos.
- Me gustas, y cuando yo deseo algo no paro hasta conseguirlo.
- Pero yo soy la esposa de Balduin Lancasco, y usted vio cuando él me presentó el día de la fiesta.
- Claro que si lo sé, y desde esa noche me di cuenta de que tenía que convertirte en mi mujer. ¡Recuerda que lo bueno debe de compartirse!
- Yo no le tengo miedo señor, Balduin en cualquier momento sabrá que estoy aquí y me vendrá a rescatar.
- No seas ingenua mujer, ¿acaso no escuchaste a tu marido pidiéndome ayuda para que mis hombres te busquen? ahorita todos andan allá afuera en las calles con él, y por eso el capo Lancasco no sospechará de mí.
- ¿Todos sus hombres andan al servicio de Balduin buscándome?
Preguntó Valeria dispuesta a trazar un plan de escape.
- Sí todos, por el momento en esta casa solo estamos tú y y