Mía Morales
Me despierto sobresaltada cuando escucho que Michelle me llama. No tengo idea de cuánto tiempo ha pasado o la hora que es, lo cierto es que me apresuro a acercarme a ella y la veo llorar a mares.
—¿Qué pasa, cariño?
—Me duele mucho…
—Déjame llamar a alguien nena, para que vengan a colocarte algo para el dolor —aprieto el botón que está junto a su cama.
Trato de calmarla, pero la pobre se sigue quejando. No sé qué hacer…
De pronto veo a un enfermero llegar a nosotras y pregunta:
—¿Qué ocurre?
—Tiene mucho dolor, imagino que la anestesia le dejó de hacer efecto.
—De seguro es eso. No se preocupe, le colocaré algo para disminuir el dolor —sale y me deja con ella.
—Tranquila mi amor, aguanta un poco más, ¿sí? Recuerda lo que dijo el doctor, cariño —ella asiente y yo acaricio su cabello suavemente.
—Con esto se le va a quitar el dolor —informa el enfermero entrando de nuevo a la habitación con unos analgésicos. Veo cómo los coloca en la vía mientras Michelle continúa llorando.