Después de una toda semana sin tener noticias de mi prometido, Carlos Alonso, por fin recibí una llamada suya.

Al contestar, lo primero que escuché fue su tono enfurecido.

—¿Qué locura estás haciendo, Claudia Diaz? Las dos familias ya acordaron el lugar y la fecha de la boda, ¿y tú tan tranquila simplemente decides cancelarla? ¿Qué problemas estás buscando?

Abrí la boca para responder, pero al instante sus palabras implacables me cortaron.

—Te lo he dicho mil veces, Claudia, Emma tiene la salud bastante frágil. Un simple resfriado en su caso puede convertirse en una emergencia, así que necesito estar con ella para asegurarme de que nada le suceda. ¿Por qué eres tan envidiosa? ¿Acaso no te importa la vida de otra persona vulnerable?

“La vida de otra persona…” pensé con alguna amargura.

Anoche, mientras organizaba sola los detalles de la boda, un camión a alta velocidad me embistió de forma brutal en el camino de regreso a casa.

Con las pocas fuerzas que tenía antes de perder el conocimiento, intenté llamarlo. Solamente escuché el rígido tono de ocupado.

¡Me rechazó dos veces!

Hasta que finalmente, cuando me desmayé, la pantalla manchada de sangre mostró una notificación suya.

[¿Qué es lo que pasa? ¡Dilo rápido!]

Al ver que no le respondía en ese momento, me envió otro mensaje de manera impaciente.

[¿Estás loca? ¿Por qué tienes que interrumpirme justo ahora cuando estoy cuidando de Emma? ¿Sabes que si ella se altera podría ser fatal?]

Desperté escuchando a Carlos hablando en mi contra, pero mi amiga Valeria Moreno irrumpió en la habitación y me quitó el celular de las manos.

—¡Carlos! ¿Acaso tienes alguna idea de lo que le pasó a Claudia anoche? ¡Sufrió un fatal accidente automovilístico! El chofer la arrolló dos veces. Si no hubiera recibido atención médica a tiempo, ya no estaría aquí. ¿No puedes distinguir entre un simple resfriado y un accidente grave?

Desde el otro lado de la línea, Carlos se rio con sarcasmo.

—¿En serio vienes a mentirme así, Valeria Moreno? Soy médico, ¿crees que me engañarías tan fácilmente? Sobra decir que sobreestimas tu inteligencia y también la de Claudia.

Y acto seguido, colgó la llamada.

Valeria miraba el celular con la mano temblando de rabia, sus nudillos estaban blancos de la fuerza.

Antes de que pudiera decirle nada, su propio celular comenzó a sonar.

Era su prometido y amigo de Carlos, Tomás Ruiz.

—Valeria, ¿qué diablos están tratando de hacer tú y Claudia? ¿Sabes que su estúpida envidia y mentiras casi ponen en riesgo a Emma?

Si no fuera porque Carlos y yo estamos aquí, ¿qué sería tristemente de ella? ¡Es una vida humana, por si no lo ves! Con mujeres tan venenosas como ustedes, nuestra familia jamás aceptará esta boda.

Antes de que Valeria pudiera lanzar una maldición, notó que Tomás la había bloqueado.

—¡Que se jodan todos ellos! —murmuró, temblando de furia.

Con dificultad y rabia, sujeté su mano.

—No te enfades, Valeria. No vale la pena.

Valeria miró las máquinas a las que estaba conectada y sus ojos se llenaron de grandes lágrimas.

—Claudia, ¿te duele?

Sonreí con mucho esfuerzo, negando con la cabeza.

No, ya no.

Ya me dolió suficiente cuando Carlos colgó el celular.