Carlos no entendía por qué me había convertido en tal situación.
Con temor, sostuvo mi cuerpo, como si temiera que perdiera el equilibrio y cayera de la cama.
—Claudia, ¿qué sucede? Lo siento, no era mi intención, no me asustes...
Pero solo sonreí sin cesar.
Nunca supe que la indiferencia de Carlos, sus reproches y su deseo de culparme eran, en realidad, simplemente su forma de "amar".
Poco a poco, con sus constantes intentos de calmarme, empecé a serenarme.
Secándome los ojos húmedos con los nudillos, tomé el iPad.
Y le pasé un informe de diagnóstico, con calma.
—Carlos, si esto es lo que llamas amor, tal vez debas considerar tener un robot como niñera.
No iba a ser tan elocuente como Valeria al insultar.
Era lo más cruel que podía decir.
Sin embargo, frente a mí, Carlos comenzó a temblar, sus manos temblaban sin cesar.
Sus ojos se tornaron rojos, y me miró con asombro, murmurando.
—Esto no puede ser, Claudia, por favor, dime que no es cierto...
Al ver que no cambiaba mi expresión, Ca