Al día siguiente, Briana no quería entrar a la oficina. Tenía que hacerlo, Eduardo la había llamado. Se quedó parada la puerta, con la mano estirada y puesta en la perilla pero sin girar.
No era lo suficientemente valiente para enfrentar a su jefe.—Yo puedo... yo puedo.Pero no le hizo falta al girar, porque la puerta fue abierta y Eduardo apareció del otro lado. Briana bajo la vista, e hizo una mueca.—Pasa —comento con voz fría, y Briana se estremeció.—Buen día Señor.—¿Por qué... por qué te fuiste? —preguntó directamente.—Porque yo estuve demasiado tiempo ahí, y Melisa tiene una gran casa.—¿Por qué te fuiste..? —volvía a insistir.—Quiero hacerle una solicitud, puede trasladarme a otro departamento, yo...—Encima ¿ahora te quieres ir de aquí? ¿Dime por qué Melisa..? ¿Por qué?—Es demasiado obvio Eduardo —dijo un poco alterada.—No, no le entiendo ¿Acaso te he tratado