—¿Desde cuándo es amable? —pregunta en voz alta pero nadie me respondió.
Suspiré con dolor y volví a llorar hasta volver a quedarme dormida. Cuando abro los ojos, escucho la puerta ser abierta.Me asomo, estoy cubierta hasta la nariz. Ingresa Eduardo, Emma entre sus brazos.—Hola mamá —dijo.—Emma... —murmuré, poniéndome de pie, y tomándolo entre mis brazos.—¿Te sientes mejor? —preguntó Eduardo.—No... me siento mal.—Vamos a comer algo a un restaurante —propuso.Yo negué, no quería comer. No tenía hambre, solamente quería vomitar una y otra vez hasta quedarme desmayada.—Creo que te hará bien salir de la casa.—Gracias pero estoy bien —murmuré mintiendo.Él asintió y desapareció.Una semana después, aún sufría en silencio. No había ido al trabajo, Eduardo incluso aún llevaba Emma al maternal. Yo estaba cubierta de cobijas, sin querer levantarme de la cama y sin comer