— No, no, esta no es la manera de morir para un hombre como yo.
Grito Gabriel desesperado cuando vio qué su jefe tomaba aquel cuchillo y se dirigía hacia él.
—¿Están dispuestos a hacer lo que sea con tal de conservar su vida?
Preguntó el malvado hombre.
— Sí, haré lo que sea, lo que me pida jefe. — Contestó Thomas, el cobarde hombre se había hecho en los pantalones.
— Yo también señor, tengo mucho aún porque vivir. — Gabriel temblaba de miedo, nada más al imaginar lo que haría su jefe con aquel cuchillo.
—Está bien, les daré otra oportunidad, pero a cambio deberán entregarme a sus hijas, uno de mis socios árabes me ha pedido dos españolas bonitas para integrarlas en su harem, ustedes dicen si aceptan el trato, su vida a cambio de ellas, además quiero su completa lealtad.
Gabriel y Thomas callaron por un momento, amaban a sus hijas, pero querían seguir viviendo.
—Está bien acepto. — El primero en contestar fue Gabriel.
—Yo también acepto.
—Ja, ja, ja. —La tétrica risa del Escorpión se