Últimamente, el tiempo que permanecía consciente era cada vez más corto, la mayor parte del tiempo estaba acurrucada en los brazos de mamá, durmiendo en un estado de confusión.
Ocasionalmente, cuando despertaba, veía a Claudio como enloquecido, hablándole al aire. A veces lloraba, a veces reía.
Los vecinos pensaron que se había vuelto loco y llamaron a la policía varias veces por miedo.
El séptimo día, Nadia vino a buscarlo.
Lo miró y le dijo con debilidad.
—Estos días te he estado llamando y no me contestas, ¿has estado en casa todo este tiempo?
Él no le respondió, solo continuó silenciosamente con lo que tenía en las manos.
Nadia corrió hacia él y lo abrazó.
—Claudio, ¿qué te pasa? ¿Te reconciliaste con Vanesa? Pero me prometiste que me acompañarías hasta que me recuperara.
Él la empujó.
—Ya no puedo reconciliarme con ella.
Nadia se quedó atónita.
—Entonces, ¿qué haces aquí? El doctor dice que necesito un trasplante de médula ósea urgentemente. Convence a Vanesa, si quiere dinero, pu