— Disculpe, señor, no quise hacerlo perder la paciencia tan temprano — se disculpó Lucía.
— No hay problema, Lucía. La única persona que logra sacarme de quicio es Oliver. Intento enseñarle sobre la vida, pero él insiste en que sabe lo que hace. Me rendí. Voy a dejar que la vida se encargue, pero ya