LIV. Amor naciente
El aroma que de Dominieck emanaba para aquel instante era sumamente placido y embriagante cosa que estimo su parte lobuna tenía algo que ver, pues nuestras segundas caras siempre tienen una respuesta que dar que no siempre va a acorde a nuestros requerimientos y eso incluye que de nuestra piel se llegue también a percibir un aroma algo diferente, cuando algo no les convence o cuando simplemente nos quieren llevar la contraria en algunos casos no en todos.
Por lo cual, solo me basto con percibir tal fragancia para que yo a fin de cuentas terminara sumergida en un mar cálido de pensamientos y emociones que, aunque bien hubiera podido batallar en contra de su vil atrevimiento a fin de cuentas no lo hice, pues en la manera que terminamos juntos se me hacía imposible para mi ejercer algún movimiento que nos orillase a que aquel beso llegara a su fin, ya que de alguna manera se las había ingeniado para vencer mi espíritu de lucha, lo peor de todo era que sin dudas tenía que admitir que me