Rosario sin dudarlo abrió la puerta. Quedó frente a un escritorio, por demás destruido, con una señora con anteojos que sólo miraba su celular.
—Disculpe señora.— Se acercó tímida, Rosario. Quien estaba frente a ella no reaccionaba, continuaba en lo suyo.— Señora, disculpe-— Esta vez, le colocó su mano entremedio de su vista y el celular. - ¿Qué haces nena?— Se sobresaltó y recogió su celular, guardándolo en su bolsillo. — Disculpe, pero le etoy hablando.— Respondió Rosario, con una voz suave, tratando de demostrarle que no buscaba problemas. —Esta bien, esta bien, ¿Qué necesitas?— Le preguntó, tomando una agenda y buscando la fecha de ese día.