Destino entrelazado
Destino entrelazado
Por: Antonya
Introducción

+Amelia+

Tengo la cabeza perdida en mil pedazos y la desesperación por acabar con mi vida están rápido como un suspiro. Hace un par de minutos mi hermana me envió un mensaje diciéndome que en menos de una semana necesitará las mensualidades de la universidad.

Dios, no encuentro las palabras adecuadas para decirle que no he cumplido ni quince días en la empresa como ayudante de la secretaria de presidencia. Ya sé que debo agradecer que el novio de mi hermana sea el que me consiguiera este trabajo, ya que antes trabajaba como camarera en la cafetería.

Esta es mi vida, soy una mujer de veintiocho años y sin un futuro prometedor. Vivo con mi hermana menor de dieciocho años porque mamá decidió dejarnos por un hombre que le endulzo el oído prometiendo el cielo y la tierra, no obstante todo tiene su precio y la condición era dejarnos sin casa, comida y dinero.

Mi hermana y yo llevamos cinco años viviendo solas, y… Na-ah, ya no quiero recordar mis penas, es mejor respirar profundo y terminar de sacar estás copias.

—Oye, niña, ¿en qué andas pensando? —sin previo aviso sentí un manotazo en mi brazo, sacándome un quejido y provocando que el café expreso que tenía en mis manos se derramara sobre mi camisa blanca—, necesitamos esas copias, el jefe no deja de gritar, ¡quiere tu cabeza!

—¡No me jod…! ¿Qué hiciste? —puse los ojos en blanco y resoplé.

Esto tiene que ser una pesadilla, ¿cómo arreglaré este desastre?

Respira…, tomate un segundo y respira como las grandes ayudantes de secretarías.

¡Dios, solo estoy sacando copias, la máquina es la fotocopiadora, no yo…!

Ese hombre está acabando con mi paciencia, soy solo la asistente de la secretaria, ¿por qué me quiere ver?

—Él me despedirá si tú no estás en su oficina, por favor… Necesito que corras, que lleves las copias de una vez, ¡niña, tengo tres hijos y cinco nietos!

¿Y yo tengo la culpa?

—Nueva, el jefe te llama y por la desesperación de la señora Rocío, tienes que apresurarte —aparece el chico risueño, Andrés es la persona que no se toma todo a pecho—, ¡muchacha! ¿Qué te sucedió? Pareces toda una pordiosera—corre hacia mí al mismo tiempo sacándose un pañuelo para intentar limpiar y quitar la mancha del café de mi camisa blanca.

—Gracias, pero no hay tiempo, tengo que entregar las copias —lo interrumpí y bruscamente me alejo de él.

Dejo todo el desastre que ocasionó la señora Rocío. Me apresuro, agarro las copias y corro hacia la oficina del jefe.

Juro por Dios que soy una chica con mucha paciencia, pero ahora que ella se ha escapado, y dudo que desee regresar. ¿Quiero gritar? Sí, y aún más, cuando escucho las carcajadas de algunos empleados.

No puedo evitar maldecir una y otra vez en mi mente. ¿Por qué ese monstruo no puede ser igual que el novio de mi hermana?

¡Es odioso, engreído, prepotente, detestable y arrogante! No importa su físico, para muchas es un hombre atractivo, guapo, pero para mí es todo lo contrario.

No le presto atención a todos esos susurros; el jefe griego, el jefe guapo y poderoso, el jefe musculoso o de esos ojos grises. Puff… Todo eso es una mentira.

Al llegar a la puerta de la oficina de ese monstruo malhumorado me detengo, doy el último suspiro y sin mirar el desastre de camisa, alzo la mirada y doy dos toques a la puerta para entrar.

—¡Ya estoy aquí! —exclamé desesperada y a la vez enfadada.

No llevo ni una semana trabajando para esta empresa y ya me siento agotada, ¡esto es una explotación!

Dios, solo quiero que termine esta semana y quedarme el domingo de descanso sobre la cama, viendo N*****x.

Es una semana muy dura, y no es excusa en decir que me cuesta llevar el ritmo. ¿Por qué ese hombre quiere volverme loca? ¿Será que no quería contratarme?

Con el enfado a mil por hora, mi respiración se encontraba agitada. Seriamente, lo miré a los ojos y maldije por mi suerte.

El monstruo se acomodó en su silla para luego inclinarse hacia delante y dejar caer sus brazos sobre el escritorio. Él me observa de arriba hacia abajo, provocando que me intimidara y que mi enojo incrementara.

¿Qué espera de mí? Solo soy una simple ayudante.

Enarcó una ceja en el momento que sus ojos se detuvieron en mi camisa. Apretó la mandíbula y yo, para mi sorpresa y desgracia, tuve que esforzarme en gritarle de una vez por todas que esto es su culpa.

—¿Comes primero antes de hacer tu trabajo?, ¿no desayunas en tu casa? ¿No tienes tiempo? —y sus preguntas empezaron a invadirme, por el tono de su voz puedo detectar mucho enfado de su parte, ¿por qué me odia?

—Accidentes de los que no pude evitar —sisee entre dientes—, lo importante es que las copias están listas.

A pesar de que mis piernas temblaban, caminé hacia su escritorio, dejando las copias cerca de su computadora.

—No…

—¿No?

—Es tarde, esas copias las quería para ayer, ya en este momento no me sirven, así que por su culpa perderé más de una inversión —gruñó.

Uno… Dos… Tres…

Maldit…, esto tiene que ser una broma, no me puede decir que… No, las copias son una reforma y no contratos importantes.

Este hombre es un idiot… Quiere volverme loca, de una u otra forma quiere castigarme.

Me obligué agarrar aire, no hay ninguna duda de que él quiere acabar con mi paciencia y aunque me cueste aceptar me tengo que quedar porque tengo que pagar la mensualidad de mi hermana. Yo no llegué a la universidad por falta de dinero y apoyo, lo único que pude hacer fue tomar un curso de secretaria y por eso estoy donde estoy.

—¿Me despedirá? —mis ojos se abren de golpe—, siento que no es mi culpa, lo del contrato, ya que las copias están aquí y la reunión no ha empezado.

—Debería hacerlo, pero…

Aaaahhh… Este hombre no me soporta, es evidente que no me quiere cerca. Debería de renunciar y volver a la cafetería, ahí al menos nadie me trataba como perro.

—¿Me llevo las copias? —y me muerdo la lengua, no puedo tirar todo, todo es por mi hermana.

—No puedo despedirte porque tu contrato es de seis meses, así que tendrás que soportarme y mejorar, ya que las sanciones están en el reglamento, tienes que ser eficiente.

Oh, se me había olvidado de ese contrato, pero de las sanciones, no…

Pero… Todo esto es injusto, en ningún momento le estoy faltando el respeto y todas las cosas que la señora Rocío me ha enseñado lo he hecho al pie de la letra, ¡No soy una inútil!

—Entonces me retiro —bajo la mirada por unos segundos para luego dar media vuelta.

—No le he dicho que se retire —me detengo en seco al escucharlo—, quiero que se quede, siéntese—ordenó sin titubear.

—Señor, Johnson, ¿puedo pasar?

Justo cuando estaba por darme media vuelta para obedecer al señor caprichoso, alguien decide aparecer.

Alzo la mirada y automáticamente puse mi cuerpo con firmeza al momento que vi que el de recursos humanos se hacía presente.

—Apareces en mal momento —el monstruo le responde de modo grotesco—, ya que estás adentro, puedes decirme que es lo que se te ofrece.

—Waooo... No pensé que estuvieses ocupado —me regala una sonrisa—, es un placer verla, señorita.

¿Verme?

Ja, este hombre, si me cae bien, es demasiado simpático, en cambio, el ogro de mi jefe es detestable.

—Gracias —asiento, sin poder evitarlo me sonrojo.

—¿Qué le sucedió? —su mirada fue directo a la mancha de café.

—Un pequeño accidente, en un momento lo arreglaré, solo que ahora…

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