Capítulo 32.
Alena se sentía abstraída de una manera extraña, todo su cuerpo actuaba de forma independiente a su mente.
Incluso se mueve demasiado lento al ver que la imagen de Randolf en uno de los lobos se acerca hacia ella y, antes de darse cuenta, recibe un zarpazo directamente en el hocico haciéndola caer directamente al suelo.
La herida dolía. En cambio, Alena trataba de entender qué era lo que estaba viendo.
~ No, no debemos caer en esto. Ninguno de ellos dos es Randolf~ decía Alena, quien se comportaba de manera racional, a pesar de la sustancia que le inyectaron poco antes.
Alena guía su loba pero sus movimientos eran poco ágiles y lentos, los músculos y el instinto animal se negaban a atacarlo.
Pero, en cambio, nunca dejó de enfocar al lobo que la había atacado.
Sin importar qué apariencia tuviera, quien la hubiera lastimado, no tenía perdón.
En ese momento en el que ambos lobos se sienten con la confianza de aceptarse a ella ante la indecisión de sus pasos, Alena siente como su sangre co