Helena apenas si desayunó esa mañana, estaba demasiado alterada como para dejar que su madre notara que era un manojo de nervios. Además, era muy temprano como mostrarse malhumorada o nerviosa, más le valía aparentar tranquilidad.
Rectificó por mensajería que Abby pasaría por ella para ir a la universidad y la esperó afuera, deseando que el frío le congelara los sesos y le sacara de la cabeza las locuras en las que estaba pensando últimamente, antes de que tuviera que regresar con el psiquiatra.
— ¿Te puedo llamar más tarde? Es que tengo que buscar unas cosas y voy a tardarme, así nos ponemos de acuerdo para comer juntas el almuerzo y luego llevarte de regreso, ¿Vale? — Le dijo Abby en cuanto terminó la clase.
—Está bien, hay algo que quiero hacer y necesito el tiempo, así que me vendría de maravilla — Le contestó de regreso.
Helena había pensado en pasar por el departamento de historia y culturas antiguas, para preguntar si alguien allí podía darle alguna información sobre el regalo