Pov Leina
Había pasado una semana; los días pasaban tan lentos que juraría que era una forma de castigo.
Por las noches, apenas podía dormir y veía a Bastian preocupado. Muchas veces me preguntó qué me pasaba y solo podía aferrarme a él y llorar amargamente hasta quedarme dormida.
Estiro mi mano para acariciar la cicatriz que esconde su tatuaje. Sus ojos aún permanecen cerrados; me alegra saber que está descansando tranquilo, pese a todo el estrés de los últimos días.
Tres semanas y el reloj sigue corriendo. Con cada segundo que pasa, muchos respiran libertad, mientras que para mí es una condena silenciosa.
Subo mi mano para acariciar su rostro, dibujando en mi mente a la perfección todo de él. Creo que tal vez es una forma de despedida que nunca podré darle.
—Te amo, Bastian, con toda mi alma; nunca lo olvides, aunque todo parezca ir en nuestra contra.
Me levanto para dejar un beso en sus labios y me reí un poco cuando me atrapó con ellos y me jaló con sus fuertes brazos a su