Pov Leina
Me removí incómoda sobre la cama; el sueño decidió abandonarme y, muy a mi pesar, debía levantarme.
Abrí los ojos mirando el lado vacío de la cama; juraría que anoche se sentía cálido y reconfortante.
La seguridad que no había sentido en mucho tiempo se volvió a filtrar entre mis sueños, haciéndome delirar.
La noche estaba tan helada, pero yo no sentí frío en ningún momento; algo envolvió mi cuerpo suavemente, permitiendo que cayera en un sueño profundo con la calidez de aquel calor.
Debo estar volviéndome loca.
Me giré para ver a mi pequeño y casi me da algo al no verlo ahí.
Los pies se me enredaron entre las sábanas cuando me fui a parar y terminé estrellada contra el suelo.
Un dolor filoso me recorrió el cuerpo por haber caído sobre mi brazo rasgado, que apenas había vendado.
Las demás pequeñas cortadas se abrieron de nuevo y me quedé allí por unos minutos, soportando el dolor.
A través de la visión borrosa por mis lágrimas, me quedé mirando fijamente la entrada