31. Las llamadas.
Ana se levantó esa mañana como un zombi, entrada la madrugada logró dormir un poco, y aunque hubo pesadillas leves, tuvo una sensación en el cuerpo que no le permitió descansar, y cuando abrió los ojos nuevamente apenas había dormido una hora.
El agua fría la despertó un poco, y ese día decidió ir a la oficina con una camisa blanca sin mangas y de tiras, unos jeans rotos y unos zapatos cómodos, esperó que Eduardo no le llamara la atención por la vestimenta tan informal, pero no tenía ganas de usar tacones ni falda, y mucho menos usar un maquillaje que no le permitiera ni siquiera sonreír, así que únicamente humectó su piel y le aplicó una capa de bloqueador solar.
El hombre que la llevó en el taxi le cobró más de lo normal y cuando se golpeó el codo en la entrada del edificio irremediablemente pensó que no sería un buen día.
Esa vez sí se encontró con Álvaro en el ascensor y el hombre la miró de pies a cabeza.
—Te vez fatal —le dijo y Ana no percibió un tono graciosos en su voz.
—Así