Maeve
Kane desapareció por un momento, moviéndose con esa velocidad sobrenatural que todavía me sorprendía, y regresó con un objeto en sus manos.
—Esta maldita cosa, todos la quieren, pero ninguno puede reclamarla... —sus palabras eran un susurro cargado de desdén y cansancio.
—¿Tú eres...? —la pregunta se quedó suspendida en el aire, mi voz apenas un susurro.
—Técnicamente lo soy, —rió fríamente, una risa sin alegría que reverberó contra las paredes. —Aunque todos me creen muerto, pensé que sería más fácil así, para poder concentrarme en mi venganza...
—¿Alguien más lo sabe? —pregunté, mi ansiedad creció con cada nuevo secreto revelado.
—Solo unos pocos. Yo... Solo quería volverme más fuerte, pero no por esta estúpida corona, —dijo, y con un gesto de desprecio, lanzó la corona a un lado del sofá. —O el derecho a ser Rey, sino para poder vengarme. Para poder matarlo.
Sus ojos brillaban con un odio visceral. Vi cómo su naturaleza luchaba por tomar el control, su cuerpo tenso como si se