Maeve
La ira y el desconcierto se mezclaban en mi pecho mientras lo miraba, intentando asimilar las revelaciones que acababa de arrojar sobre mí como si fueran nada más que meros datos de un expediente.
Mis piernas se sentían inestables, pero me obligué a mantenerme firme, clavando mis ojos en los suyos, buscando algún indicio de mentira en ellos.
—Entonces los mataste a todos por ser más... fuertes, —repetí sus palabras, mi voz teñida de incredulidad y desdén.
—¡Sí! A todos y cada uno de ellos, menos al cobarde que se dejó esconder por su madre. Y cuando finalmente lo encuentro... Se está cogiendo a mi hija, —su voz se endureció.
—¿Por qué me dices esto ahora? ¿Qué esperas ganar con esto? —pregunté, mi voz un susurro ronco.
—Porque es hora de que asumas tu rol.
—De verdad no puedes pretender que crea ni una sola palabra de lo que dices... —mis palabras salieron casi como un siseo, mi mente rechazando aceptar su versión de la historia, rechazando la idea de ser parte de ese legado de