Adriana se arrodilló junto a Omar, el calor de las llamas iluminaba sus rostros, revelando sus ojos oscuros en la penumbra.
Echó un vistazo a Omar. Sin expresión facial, parecía una máquina, sin emociones visibles. El canto de los rezos a su alrededor era tan fuerte que apenas podían escucharse entre ellos.
Adriana contuvo la respiración, observando los movimientos de Omar con la linterna y examinando la disposición del altar.
Había tres niveles de lámparas rituales.
En la parte inferior, no podía distinguir los detalles. En el nivel superior, cuatro lámparas grandes tenían inscritos nombres: “Mariana Sánchez”, “Liliana Quirós” y otros, incluyendo uno vacío.
Adriana especuló que este último podría ser para Patricia.
Diferente a las otras, estas lámparas superiores ya estaban llenas de aceite, indicando que probablemente se habían colocado varios días antes. Las demás, recién colocadas esta mañana, incluían los nombres de Aurelio y otros.
Adriana no sabía qué sentir. Parecía que todos