Volvemos al hotel después de un largo paseo por la pequeña Villa donde almorzamos, nos quedamos más de la cuenta en el lugar porque la gente es muy buena y muy dulce, nos trataron muy bien, fue una maravillosa tarde, para volver tuve que convencer a Ízan para que me deje manejar el Ferrari de vuelta, por suerte aceptó aunque a regañadientes y volví a sentir correr la adrenalina que solo un auto como éste puede dar, gracias a los Italianos por este excelente auto, por la física y por la velocidad.
-¡Ese viaje fue alucinante! - exclamo entusiasmada mientras subimos por el ascensor del hotel - y no solo lo digo por el auto, me gustó mucho la comida y la gente de esa pequeña villa.
-Sí, la pasamos muy bien, a mi también me gustó mucho la comida y la gente, fueron muy amables con nosotros.
-¿Tendremos todavía el Ferrari?
-Sí, unos días más, hasta irnos a Venecia.
-¿Podré volver a manejarlo? - pregunto pestañeando con coquetería.
-Lo pen