—Disculpe, señor —dijo Sans sin ponerse firme y sin usar el tono militar.
Ese muchacho estaba atentando contra su paciencia, decidió hacerse cargo de él. Levantó una mano y la apoyó en el hombro de su Cazadora.
—Puedes retirarte, Sonia —le dijo con serenidad, sin quitarle los ojos de encima a Sans.
—¡Capitán, sí, señor! —respondió ella poniéndose firme, saludando y retirándose del lugar con paso rápido.
Esperó hasta que Sonia se fuera de la habitación antes de lanzarle una larga mirada: No aparentaba más de los veintiocho años, ojos negros, cabello peinado de lado, barba prolija y abundante, apenas un poco más alto que Navy. Su mirada expresaba astucia y evidente desprecio.
—¿Tiene algo que decirme, Cazador?