Cuando el mayordomo Pablo llegó apresuradamente al sótano, Julio ya no estaba allí. Solo vio a su hija acurrucada en una esquina, temblando y disculpándose sin cesar.
—Laura, ¿qué te pasa? —le preguntó muy preocupado.
Uno de los guardaespaldas cercanos le respondió fríamente:
—Pablo, el señor ha di