Silvia continuó diciendo: —No hay chicas que no amen la belleza. Quizás la antigua yo era demasiado humilde, y oculté mis propios gustos.
Julio, escuchando eso, sintió una fuerte opresión en su corazón.
—¿Quieres decir que, en el pasado, lo hacías todo por mí?
Silvia levantó la cabeza y se encontró