—No, no, yo estoy bien. Me preocupaba más que esto afectara su reputación.
—No hay problema, mi conducta es intachable.
Sus palabras finalmente me tranquilizaron.
El gerente tocó la puerta y el chef ejecutivo entró empujando un carrito, sirviendo personalmente los exquisitos platillos en nuestra mesa.
Lucas comentó cortésmente: —Esta cena te debe haber costado una fortuna.
—Para nada, que me honré con su presencia lo vale todo —respondí con sinceridad.
Cuando el chef terminó de servir, dijo respetuosamente: —Señor Montero, y señorita Navarro, que disfruten ustedes de su cena.
Me sorprendí.
Después de que el chef y el gerente se retiraran, pregunté confundida: —¿El chef lo conoce?
Era contradictorio, considerando que Sofía nunca lo había visto.
Lucas tomó los cubiertos con elegancia y, mientras acomodaba su servilleta, respondió sin prisa: —El cocinero de Casa Montero es aprendiz del chef Juan. Cuando tenemos eventos familiares, también invitamos al chef Juan a cocinar.
Vaya...
Sentí ot