Todo sucedió repentinamente, pero también parecía el curso natural de las cosas. Sé que una mujer debería ser recatada, no tan atrevida.
Pero temía que después de regresar a mi país, algo inesperado pudiera ocurrir y quizás no tendríamos un futuro juntos.
Así que, aprovechando este momento de emoción e impulso, quería perder la cabeza por una vez, ser caprichosa.
En el momento crucial, Lucas se detuvo con dificultad, su apuesto rostro sonrojado por la extrema contención y sus profundos ojos agitados por corrientes ocultas.
Frunció el ceño, tragó saliva —su nuez de Adán moviéndose sensualmente— y pronunció con voz ronca:
— María... tus brazos están lastimados...
— No importa.
Después de todo, no necesitaba usar las manos.
Volví a besarlo, pero él me detuvo nuevamente.
— María, ¿estás segura? ¿No estarás algo... afectada por lo que pasó esta noche?
Pensaba que mi comportamiento inusual se debía al susto de haber sido llevada por Antonio.
— Lucas, estoy perfectamente consciente. Sé lo que