— El traspaso no es urgente. Primero hablemos de Claudia. En el juicio cediste y dijiste que la aceptarías si te pedía disculpas públicamente. ¿Sigue en pie ese acuerdo?
Fruncí el ceño, mirándolo fijamente.
— ¿Viniste en una noche tan fría solo para preguntarme esto?
— ¿Y qué otra cosa iba a ser? Me bloqueaste el teléfono y aunque cambié de número, sigue sin funcionar —me recriminó con desdén—. Parece que atender mi llamada fuera a costarte la vida.
Me quedé desconcertada, recordando de pronto las dos llamadas de números desconocidos que había silenciado durante el día.
— ¿Sigue en pie, verdad? —insistió.
Respiré profundamente. La verdad era que no quería que siguiera en pie.
Porque la actitud de Claudia en el juicio me había enfurecido.
Pero pensando en Mariano, próximo a salir de prisión y sin saber qué podría tramar, decidí ser condescendiente para evitar que todos estos asuntos me distrajera de mi desfile de moda.
— Bien, si ella pide disculpas públicamente, aceptaré el acuerdo ext