Para mi sorpresa, asintió: —Sí, gracias.
Me desconcertó. ¿Qué significaba esto? ¿Quería quedarse a tomar té pero seguía siendo distante? No lograba entenderlo.
Lucas volvió a sentarse en el sofá y mientras buscaba un tema de conversación, pregunté: —¿Cuándo viaja Mariana al extranjero para su presentación?
—No me ha dicho, está muy ocupada últimamente.
—Ah, ya veo. Pero su ropa ya está lista, cuando tenga tiempo puede venir a probársela y si todo está bien, puede llevársela. No interferirá con sus planes.
Lucas levantó la vista de su taza con una elegante sonrisa: —Sí, has trabajado mucho últimamente, esforzándote tanto por nuestra familia.
—No, soy yo quien debe agradecer. Me dan trabajo y prestigio... ustedes son mis ángeles de la guarda —respondí sinceramente.
Su sonrisa se amplió y tras dejar la taza, miró su reloj. Yo revisé discretamente mi teléfono: las dos y media, seguramente debía volver al trabajo.
—Son las dos y media, debo irme, no quiero interrumpir tu trabajo —dijo levan