Capítulo 13
—¿Tomó pastillas para dormir? —preguntó la enfermera, asombrada.

—Sí, tomé dos antes de dormir. Han pasado... —miré el reloj digital sobre la puerta de emergencias— unas cuatro horas.

—Imposible entonces, no pasaría los respectivos análisis —respondió la enfermera negando con la cabeza.

Levanté las manos en señal de rendición y, mirando sus ojos atónitos, dije con calma:

—Lo siento mucho, no es que no quiera ayudar, es que no puedo.

—¡María, nos engañaste! —Mariano explotó—. ¡¿Por qué no lo dijiste antes si sabías que no podías donar?!

—Qué injusto. Antonio me sacó de mi casa a la fuerza, yo ni sabía para qué me traían —parpadeé inocentemente, mirándolos fijamente uno a uno.

—María, tú... —Antonio me miraba furioso, rechinando los dientes, pero impotente.

Ver sus caras de frustración me mejoró por completo el humor.

En ese momento, se abrió la puerta de emergencias y una enfermera salió corriendo:

—¡No hay suficiente sangre! ¿Encontraron donantes? ¡Rápido!

Carmen casi se desmaya del su
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