Estaba a punto de disculparme, pero Lucas me interrumpió: — María, ¿cuándo aprenderás a avisarme antes de hacer algo? Habíamos quedado en que este fin de semana te recogería para ir a casa de los Montero.
Respiré profundamente y expliqué con calma: — Te llamé anoche, no me devolviste la llamada, esta mañana te envié un WhatsApp y tampoco respondiste...
— Lo siento, anoche estaba en una reunión de trabajo, me emborraché, acabo de despertar y apenas vi el WhatsApp te llamé...
Me detuve, sin saber qué decir.
Así que se había emborrachado, por eso su voz sonaba ronca.
El taxi pitó y cambió de carril, así que tuve que ser breve: — Hoy no puedo ir, si lo consideras necesario, podemos ir mañana.
Arranqué el coche, siguiendo la ruta del taxi.
Hubo un silencio, y luego su voz recuperó el tono dulce de siempre: — María, ¿estás enojada?
Fruncí los labios, sintiéndome de repente herida.
Como tenía que conducir, contuve mis emociones y respondí con sinceridad: — Un poco... Sé que ayer estabas enoja