Capitulo 61. El precio del silencio.
No le dijo una sola palabra a su asistente. Solo abrió la puerta trasera del auto, ayudó a Bastián a subir al asiento infantil que, por alguna coincidencia o milagro, ya venía instalado en el coche, gracias a su efectivo y eficiente asistente y se sentó junto a él.
El niño miraba por la ventana, tranquilo, emocionado.
-- ¿A dónde vamos, papá? –
Papá.
Papá.
Sebastián sintió un nudo en la garganta.
-- Vamos a pasear un rato. ¿Quieres helado? –
-- ¡Sí! – gritó el pequeño con alegría.
-- ¿De chocolate? –
-- Del sabor que tú quieras –
Daniel, desde el asiento del conductor, no preguntó nada. Aunque estaba tan sorprendido como cualquiera, ya sabía que el silencio era la mejor herramienta cuando su jefe estaba envuelto en tormentas personales.
Mientras tanto, Melisa había salido de la sacristía junto a Jenny, después de haberla ayudado a retocarse el maquillaje para las fotos. Fue al pasillo buscando a su hijo. Caminó con una sonrisa relajada... hasta que notó que no estaba con Felipe.
-- ¿D