El miedo me invade y miro hacia el hombre con el que me había reído mucho y disfrutado de un tiempo donde no me siento frustrada, molesta o decepcionada. Él me observa confundido y yo tomo mis cosas con nerviosismo.
— Debo marcharme a casa, nos vemos después. Que tenga un buen regreso a casa — digo corriendo tan rápido que a Felipe le cuesta seguirme por la herida que yo le había causado.— ¡Pero, Rose…! — grita el hombre y yo la ignoro alejándome lo suficiente para que no se hayan cumplido más de tres segundos a su lado. Respiro profundo, estoy demasiado agotada y por ello, me quedo un momento intentando recuperar la energía que he perdido por correr de un momento a otro.— Él va a matarme de un susto o agotamiento — susurro colocándome la mano en el corazón.— Señora, sígame, por favor — dice e