61. El favor de Yonel
Ahí está, el atormentado hombre, de rodillas y desnudo frente a mis piernas, aún amarrado al tubo, observándome como si fuese una bella rareza jamás vista antes. Su respiración es entrecortada, sus ojos llenos de una mezcla de agotamiento y fascinación.
Mientras él intenta recuperar algo de la energía perdida, me dirijo al baño. Tomo un par de cosas que rodean la bañera y regreso con él.
—¿Qué piensas hacer con esas velas? —pregunta, su expresión de pánico dejando claro que conoce perfectamente mi objetivo.
No es para hacer más romántico el momento; esto es parte de la tortura que está por iniciar.
—Abre las piernas —ordeno con autoridad, mi voz cortando el aire como un cuchillo.
—¿Qué? ¿Me vas a quemar el pene? —responde, su tono mezcla de incredulidad y temor.
—Que abras las malditas piernas —repito, esta vez más severa.
Yonel obedece, abriendo las piernas. Coloco las velas encendidas bajo él, y en un instante, la habitación se inunda con un aroma a lavanda y vainilla. Fijo mis ojos