Capítulo 46. Un final no muy feliz.
Amelia.
El dolor fue lo primero que sentí. Era un dolor profundo, sordo, como si todo mi cuerpo hubiera sido golpeado desde dentro. Me costaba respirar, y cada intento de hacerlo enviaba una oleada de punzadas a mi costado. Los sonidos a mi alrededor eran suaves, casi como un eco lejano: el pitido constante de una máquina, pasos amortiguados en el pasillo, y una respiración que no era la mía.
Abrí los ojos lentamente, como si estuvieran sellados, y lo primero que vi fue a Aaron, sentado junto a mi cama. Estaba dormido, su cabeza inclinada hacia un lado, apoyada en el colchón, y su mano sostenía la mía con fuerza, como si hubiera estado temiendo soltarme.
Mi garganta estaba seca, como si no hubiera hablado en días. Traté de moverme, pero el dolor me recorrió como una descarga eléctrica y tuve que detenerme, jadeando. Aaron se movió ligeramente, despertándose al instante como si mi incomodidad lo hubiera sacado de su sueño.
—Amelia... —susurró, y cuando nuestros ojos se encontraron, vi