Eli despertó a la mañana siguiente y Dante no estaba a su lado, su lado de la cama está vacía y fría. Se levantó de la cama y fue al baño y tampoco estaba. Salió del dormitorio y bajo las escaleras de mármol, una mujer estaba limpiando.
—Buenos días, ¿has visto a Dante? —preguntó la americana.
—No, señora. —respondió con desdén. —Tal vez buscó a otra. —Eli se río.
—Lo dudo, ya que duerme conmigo y está la mayor parte conmigo. — salió del Salón y fue al despacho.
Lo buscó por toda la casa y el ruso no estaba por ninguna parte, subió las escaleras y se vistió. No podía saber dónde estaba, pero era raro que él no la haya dejado una nota. Salió de la mansión y unos de los escoltas del mafioso, se ofrecieron para llevarla a la casa de su hermano.
Cuando llegó, su hermano y Abby desayunaban, cuando la pareja sintió su presencia la miraron y Eli se puso junto a ellos.
—¿Todo bien? —preguntó su hermano sirviéndose café. —¿Por qué tienes esa cara?
—Nada, Dante no está en toda la casa. —