Dante llegó a su despacho y no había nadie, su amigo talvez se había ido y Dimitri aún seguiría enfadado. Pero tenía razón, el ruso se dejaba llevar por sus impulsos y no pensaba. Pero ella le había dado una oportunidad y no iba a desperdiciarlo.
Poco después la puerta de su despacho fue abierta y Dante miró y abrió sus ojos como platos. Jamás esperaba esa visita, después de todo, volvió como si nada hubiera hecho. Ella volvió como si fuera la dueña de la casa y ese derecho lo perdió hace mucho y jamás lo recuperará, él no olvida ni perdona.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo has estrado? — preguntó, con reproche y ella caminó hasta él.
—Cariño, he vivido aqui durante años, conozco este lugar muy bien. — respondió con una sonrisa.
—¿A qué has venido? — preguntó serio.
—A recuperar a mi prometido y mi hogar. —Dante se carcajeo.
—Exprometido y este hogar lo perdiste cuando decidiste plantarme. — ella tragó saliva. —Ahora Vete.
—He venido a recuperarte y no me iré. — Siseó. —Tú eres mío, sé que aú