¡Está Vivo!

Carol escuchó su nombre. Era la voz de un hombre. Parecía venir de muy lejos. No quería abrir los ojos. Había algo terriblemente mal. Algo inquietante que sabía que no quería afrontar, pero no podía recordar qué era. Tenía la sensación de que si levantaba los párpados vería o recordaría un suceso terrible.

—Carol.— Esta vez, la suave voz de su madre acompañó un ligero toque en su mejilla.

Un momento después, el olor acre del amoníaco atacó sus fosas nasales. Tosió y abrió lentamente los ojos mientras Riley sacaba la botella de sales aromáticas.

Carol vio a varias mujeres paradas alrededor, su madre a su izquierda, Elise a su derecha y Sophie y Charlotte a su lado. Sin embargo, a su lado estaba el doctor Riley Dalcourt, que parecía preocupado.

—Ella recobró el sentido—, dijo.

—¿Cómo te va?—, preguntó su madre, pasando una mano por la frente de su hija menor.

—Demasiada emoción, ¿no crees?— Sophie intervino.

—No fue por beber demasiado—, advirtió Elise. Fue con su primera copa de champá
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