Más tarde, Willson la agarró suavemente por las muñecas y le levantó las manos.
Ella estaba jadeando, no podía hacer nada más que mirarlo. Su rostro amado, tan familiar, tan querido que habría dado su vida por volver a verlo.
Vio una tristeza infinita en sus ojos y algo que no podía explicar.
—Carol—, repitió en voz baja.
Las fuerzas la abandonaron y sintió un intenso deseo de dormir. Cuando le soltó los brazos, se dejó caer en el banco y él se sentó a su lado.
—¡Carol!— Balbuceó su nombre, imitándolo. Sin mirarlo, sus ojos se fijaron en el hermoso y temible océano que supuestamente se lo había tragado tres años antes. ¿Eso es todo lo que tienes que decir? ¿Cómo puedes estar aquí? ¡Estás muerto!
—La gente no muere y luego regresa—.
Ella se volvió hacia él, sorprendida.
—Eso es exactamente lo que hiciste—, argumentó. ¿Eres? ¿No es tan?
—Sí, pero no estoy muerto.— Sacudió la cabeza y su boca era una línea oscura.
Volvió a mirar al horizonte, como si fuera demasiado doloroso verlo a su l